jueves, 22 de agosto de 2019

Evangelio      Lc 1, 26-38.


+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.       
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?”. El ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”. Y el ángel se alejó.
Palabra del Señor.

Comentario


El ángel anuncia a María las características del niño que nacerá: se llamará Jesús, será grande, Hijo del Altísimo, engendrado por el Espíritu, Hijo de Dios, santo, ocupará el trono de David y reinará sobre su pueblo por los siglos. María recibe este anuncio, lo cree en su corazón y lo encarna en su sangre. El Rey y Señor de la historia llegará hasta nosotros por el asentimiento de una jovencita pobre de una pequeña aldea.

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