lunes, 24 de febrero de 2020


Evangelio      Mc 9, 14-29

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Después de la Transfiguración, Jesús, Pedro, Santiago y Juan bajaron del monte. Se encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. Él les preguntó: “¿Sobre qué estaban discutiendo?”. Uno le dijo: “Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo, le hace echar espuma por la boca; le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos pero no pudieron”. “Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo”. Lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó: “¿Cuánto tiempo hace que está así?”. “Desde la infancia,  y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos”. “¡Si puedes...!”, respondió Jesús. “Todo es posible para el que cree”. El padre del niño exclamó: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe”. Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más”. El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: “Está muerto”. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró a la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?”. Él les respondió: “Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración”.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús pudo enfrentar esta terrible situación, tan detalladamente descripta por el evangelista. No lo logró por un “super poder” ni por una suma de rituales o prácticas devotas, sino, como dice el texto, porque era un hombre orante. Algo tan simple y tan diario, ha podido con algo tan duro y amenazante.

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