jueves, 21 de mayo de 2015

Juan 17; 1b /20 – 27

A la hora de pasar de este mundo al PADRE, JESUS levanto los ojos al cielo, y oró diciendo: “PADRE Santo, no ruego solo por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno; como tú.
PADRE, estas en mí y YO en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que TU me enviaste. Yo les he dado la gloria que TU me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno (YO en ellos TU en mi), para que sean perfectamente uno y que el mundo sepa que Tu me has enviado, y que los has amado a ellos como me has amado a mi. PADRE, quiero que los que TU me diste estén conmigo donde YO este, para que contemplen la Gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. PADRE justo, el mundo no te ha conocido, pero YO te conocí, y ellos reconocieron que TU me enviaste. Les di a conocer tu nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que TU me amaste este en ellos, y YO también esté en ellos.
Palabra del Señor.

Comentario

“¿Cómo es posible permanecer divididos si con el Bautismo hemos sido ‘inmersos’ en la muerte del Señor, es decir, en el hecho mismo en que, por medio del Hijo, Dios ha derribado los muros de la división? La división ‘contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura’” (Juan Pablo II, Ut unum sint, nro. 6).


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