El Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre lo vuelve a esconder y, de tanta alegría, vende todo lo que tiene para comprar ese campo.
El Reino de lo cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas.
Si llega a sus manos una perla de gran valor, vende cuanto tiene y la compra.
Estas parábolas nos invitan a pensar que no debemos dejar pasar la oportunidad cuando el Reino de los cielos viene a nosotros.
Unos han buscado durante años la palabra, o la persona, o la esperanza que daría un nuevo sentido a su vida, y un día les sale al encuentro. A veces el hallazgo es modesto, una palabra de perdón, un gesto de amistad verdadera, el primer compromiso que tomamos. Pero comprendimos al instante que ese era el encuentro con lo que realmente vale, y entramos alegres al Reino.
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