Lucas 1; 46 – 55
María dijo
entonces: Proclama mi alma la grandeza del SEÑOR, y mi espíritu se alegra en
DIOS mi salador, porque se fijo en su humilde esclava, y desde ahora todas las
generaciones me llamaran feliz.
El poderoso
ha hecho grandes cosas por mi: ¡Santo es su nombre! Muestras su misericordia siglo tras siglo a
todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder; deshizo
a los soberbios y sus planes. Derribo a los poderosos de sus tronos y exalto a
los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las
manos vacías.
Socorrió a
Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres.
Palabra
del Señor.
Comentario
“El
Magníficat es espejo del alma de María. En ese poema logra su culminación la
espiritualidad de los pobres de Yavé y el profetismo de la Antigua Alianza. Es
el cántico que anuncia el nuevo Evangelio de Cristo; es el preludio del sermón
de la montaña. En el Magníficat, María se manifiesta como modelo de los que no
aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social,
ni son víctimas de ‘alienación’ como hoy se dice, sino que proclaman con Ella
que Dios ‘ensalza a los humildes’ y, si es el caso, ‘derriba a los potentados
de sus tronos’” (Conferencia Episcopal Latinoamericana, Documento de Puebla, Nº
297).
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