7ª Lectura Ez 36, 17a. 18 - 28
Lectura de la profecía de Ezequiel.
La palabra del Señor me llegó en estos términos: “Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones. Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo nombre, haciendo que se dijera de ellos: ‘Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país’. Entonces yo tuve compasión de mi santo nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido. Por eso, di al pueblo de Israel: ‘Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios’”.
Palabra de Dios.
Comentario
Las lecturas del Antiguo Testamento ponen ante nuestros ojos la amorosa forma en que Dios ha ido conduciendo la historia: creación, alianza, liberación, vida nueva. Desde siempre, él ha querido la felicidad plena para cada una de sus criaturas. Esa felicidad procede de la vida misma de la Santísima Trinidad, comunión de amor.
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