domingo, 8 de noviembre de 2015

Marcos 12; 41 – 44

JESUS se había sentado frente a las alcancías del Templo, y podía ver cómo la gente echaba dinero para el tesoro; pasaban ricos y daban mucho, pero también se acerco una viuda pobre y echo dos monedas de muy poco valor.
JESUS entonces llamó a sus Discípulos y les dio: “YO les aseguro que esta viuda pobre ha dado mas que todos los otros.
Pues todos han echado lo que les sobraba, mientras ella ha echado desde su pobreza; no tenía mas, y dio todos sus recursos.”
Palabra del Señor.

Comentario


¡Qué agudeza y qué sabiduría en la mirada de Jesús! Allí están los escribas, los que hacen todo “para ser vistos”. Y también está esta viuda insignificante y silenciosa, a la que nadie presta atención. Jesús estaba ahí, sentado, mirando, y llamó la atención a los discípulos, que estaban muy distraídos y deslumbrados con todo lo que había en el templo. En nuestros templos y en nuestras asambleas, ¿es posible tener esta serenidad y una mirada atenta como la de Jesús para descubrir que, también en las personas que son aparentemente más insignificantes, está presente el Reino de Dios?
 

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