Lucas
8; 1 – 15
Como se reunía una gran multitud alrededor de JESUS
y acudía gente de todas las ciudades, EL les dijo, valiéndose de una parábola:
“El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla
cayo al costado del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros
del cielo. Otra parte cayo sobre las piedras y, al brotar, se secó por la falta
de humedad. Otra cayo en las espinas, y éstas, brotando al mismo tiempo, la
ahogaron. Otra parte cayo en tierras fértil, broto y produjo fruto al ciento
por uno.” Una vez que dijo esto exclamó: “¡El que tenga oídos para oír que oiga!”
Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, Y JESUS les dijo: “A
ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de DIOS, a los
demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver, y oigan sin
comprender. La parábola quiere decir esto: La semilla es la palabra de DIOS. Los
que están al borde del camino son los que la escuchan, pero luego viene el
diablo y arrebata la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los que están sobre las piedras son los que reciben la palabra con alegría,
apenas la oyen; pero no tienen raíces; creen por un tiempo, y en el momento de
la tentación se vuelven atrasas. Lo que cayo sobre espinas son los que la
escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida,
se van dejando ahogar poco a poco, y no llega a madurar. Lo que cayó en tierra
fértil son los que escuchan la palabra con su corazón bien dispuesto, la
retienen, y dan fruto gracias a su constancia.”
Palabra
del Señor.
Comentario
Todos los días recibimos la semilla de la Palabra. Y seguramente
nuestro corazón se dispone como buena tierra para hacerla fructificar. Cada
día, después de misa o de la lectura de la Palabra, procuremos que ni las
espinas de la vida ni las distracciones de lo cotidiano arranquen esta semilla
viviente de nuestro corazón.
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