Lázaro y el rico
Había un hombre rico que se vestía con ropa
finísima y que cada día comía regiamente. Había también un pobre, llamado Lázaro,
todo cubierto de llagas, que se tendía a la puerta del rico, y que sentía ganas
de llenarse con lo que caía de la mesa del rico, y hasta los perros venían a
lamerle las llagas. Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles hasta
el cielo cerca de Abraham. Murió también el rico y lo sepultaron.
Estando en el infierno, en medio de los
tormentos, el rico levanta los ojos y ve de lejos a Abraham y a Lázaro cerca de
él.
Entonces grita: Padre Abraham, ten piedad
de mi y manda a Lázaro que se remoje la punta del dedo y me refresque la lengua.
Abraham le responde: hijo acuérdate que ya recibirte
tus bienes en la vida, lo mismo que Lázaro recibió males. Ahora él aquí encuentra
consuelo, y tu en cambio tormentos.
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