sábado, 12 de diciembre de 2015

Lucas 1; 39 – 48

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin mas demoras, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludo a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se  lleno del Espíritu Sato y exclamó en voz alta: “¡Bendita tu eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mi la madre de mi SEÑOR? Apenas llego tu saludo a mis oídos, el niño salto de alegrías en mis entrañas. ¡Dichosa tu por haber creído que se cumplirían las promesas del SEÑOR!”
María dijo entonces:
Proclama mi alma la grandeza del SEÑOR, y mi espíritu se alegra en DIOS mi salvador, porque se fijo en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.
Palabra del Señor.

Comentario


“Tantos saltaron de gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más perfecta discípula del Señor se convirtió en la ‘gran misionera que trajo el Evangelio a nuestra América’. El Hijo de María Santísima, Inmaculada encinta, se revela así desde los orígenes de la historia de los nuevos pueblos como ‘el verdaderísimo Dios por quien se vive’, buena nueva de la dignidad filial de todos sus habitantes. Ya nadie más es siervo sino todos somos hijos de un mismo Padre y hermanos entre nosotros” (Papa Francisco, 12/12/2014).
 

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