Lucas 1; 39 – 48
Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin
mas demoras, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de
Zacarías y saludo a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su
vientre. Isabel se lleno del Espíritu
Sato y exclamó en voz alta: “¡Bendita tu eres entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mi la madre de mi SEÑOR?
Apenas llego tu saludo a mis oídos, el niño salto de alegrías en mis entrañas.
¡Dichosa tu por haber creído que se cumplirían las promesas del SEÑOR!”
María dijo entonces:
Proclama mi alma la grandeza del SEÑOR, y mi
espíritu se alegra en DIOS mi salvador, porque se fijo en su humilde esclava, y
desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.
Palabra
del Señor.
Comentario
“Tantos
saltaron de gozo y esperanza ante su visita y ante el don de su Hijo y la más
perfecta discípula del Señor se convirtió en la ‘gran misionera que trajo el
Evangelio a nuestra América’. El Hijo de María Santísima, Inmaculada encinta,
se revela así desde los orígenes de la historia de los nuevos pueblos como ‘el
verdaderísimo Dios por quien se vive’, buena nueva de la dignidad filial de
todos sus habitantes. Ya nadie más es siervo sino todos somos hijos de un mismo
Padre y hermanos entre nosotros” (Papa Francisco, 12/12/2014).
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