martes, 3 de diciembre de 2013

Lucas 10, 21-24

En ese momento JESUS se lleno del gozo del Espíritu Santo y dijo: “Yo, te bendigo PADRE, SEÑOR del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Si, PADRE, pues tal ha sido tu voluntad. Mi PADRE a puesto todas las cosas en mis manos; nadie sabe quien es el HIJO sino el PADRE; nadie sabe quien es el PADRE, sino el HIJO y aquel quien el HIJO quiera dárselo a conocer.”
Después volviéndose hacia sus Discípulos, JESUS les dijo a ellos solo: “!Felices los ojos que ven lo que ustedes ven¡ Porque Yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyeron y no lo oyeron.”  
Comentario

“Para un israelita, todo puede ser motivo de ‘bendición’ a Dios: el despertar y el atardecer, el calor bienhechor del sol y las lluvias de primavera, el nacimiento de un hijo o las cosechas del campo, el regalo de la vida y el disfrute de la tierra prometida. Jesús respiró desde niño esta fe impregnada de acción de gracias y alabanza a Dios. Una antigua fuente cristiana ha conservado una ‘bendición’ que brotó espontáneamente de su corazón al ver que su mensaje era acogido por los pequeños” (J. A. Pagola, Jesús, aproximación histórica, Ed. Claretiana).

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