Evangelio de
nuestro SEÑOR JESUCRISTO según Mateo (Mateo 4 25 y 5 12)
Seguían a Jesús grandes multitudes, que
llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la
Transjordania. Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus
discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles,
diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece
el Reino de los Cielos. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices
los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen
hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos,
porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque
verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos
de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean
insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en
el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
Palabra del Señor.
Comentario
El mundo puede ver como debilidades las
condiciones que nos presentan las bienaventuranzas: ser manso, llorar con los
que sufren, no tomar venganza, apostar a la paz… Pero en estas está la
fortaleza del Espíritu Santo. Solamente sostenidos por él podremos vivir esa
santidad que es transformadora del mundo, porque por ella nos animamos
valientemente a emprender un camino diferente.
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