Los falsos
maestros (Timoteo 1)
Al partir a Macedonia te rogué que te
detuvieras en Efeso; debías advertir a algunos que no cambiaran de doctrina ni
se metieran en leyendas y recuentos interminables de ángeles. Esas cosas
alimentan discusiones, pero no sirven para la obra de DIOS, que es cuestión de
fe.
El fin de nuestra predicación es al amor
que procede de una mente limpia, de una conciencia recta y de una fe sincera.
Por haberse apartado de esta línea algunos se han enredado en palabrerías
inútiles. Pretenden ser maestros de la ley, cuando en realidad no entienden lo
que dicen ni de lo que hablan con tanta seguridad.
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