jueves, 11 de agosto de 2016

Mateo 18; 21 / 19 – 1

Se acercó Pedro y le pregunto a JESUS: SEÑOR, ¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?, JESUS  le respondió: “NO te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos se pare ce a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzó la tarea, le presentaron a uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mando que sea vendido, junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: Dame un plazo y te pagare todo, el rey se compadeció, y lo dejo ir, además, le perdono la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta        casi ahogarlo, le dijo: Págame lo que me debes. El otro se arrojó a sus pies y le suplico: Dame un plazo y te pagare la deuda, pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara todo lo que le debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contárselo a su señor. Este lo mando a llamar y le dijo: ¡Miserable!, me suplicaste, y te perdone la deuda, ¿No debías tener tú también compasión de tu  compañero, como yo me compadecí de ti? E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará mi PADRE Celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos” Cuando JESUS termino de decir estas palabras, dejo la Galilea y fue al territorio de Judea, mas allá del Jordán.
Palabra del Señor.

Comentario

“La parábola ofrece una profunda enseñanza a cada uno de nosotros. Jesús afirma que la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos. Así entonces, estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia. El perdón de las ofensas deviene la expresión más evidente del amor misericordioso y para nosotros cristianos es un imperativo del que no podemos prescindir” (Papa Francisco, Misericordiae Vultus nro. 9).


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