Rom 5, 5; cf. 8, 11
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. Aleluya.
Marcos
10; 46 – 52
Llegaron a Jericó, al Salir de allí JESUS y sus
Discípulos y con bastante mas gente, un ciego que pedía limosna se acercó a la
orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). Al enterarse de que
JESUS de Nazaret era el que pasaba, empezó a gritar: ¡JESUS, hijo de David, ten
compasión de mi! Muchas personas trataban de hacerlo callar, pero él gritaba
con mas fuerza: ¡Hijo de David, ten compasión de mi!
JESUS se detuvo y dijo: “Llámenlo” Llamaron, pues,
al ciego diciéndole: Vamos, levántate que te esta llamando. Y él, arrojando su
manto, se puso de pie de un salto y se acercó a JESUS. JESUS le pregunto: “¿Qué
quieres que haga por ti?” El ciego respondió: Maestro que vea. Entonces JESUS
le dijo: “Puedes irte, tu fe te ha salvado.” Y al instante pudo ver y siguió a
JESUS por el camino.
Palabra
del Señor.
Comentario
“Hay
muchos que creen ver y por eso mismo están ciegos. Pensamos tener todas las
respuestas, y dejamos a Jesús al borde del camino en vez de seguirlo. Para
dejar de ser ciegos hay que aceptar que tenemos necesidad de Dios. La vista
recuperada es el comienzo de un camino vocacional, es decir, de la respuesta a
un llamado explícito de Dios, que nos invita a ir tras los pasos de Jesús” (Sergio Briglia, “Evangelio de Marcos”, en Comentario
Bíblico Latinoamericano, Ed.
Verbo Divino).
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