Sal 17, 19-20
El Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me libró, porque me ama.
Marco
11; 11 – 25
Evangelio
Mc 11, 11-25/ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús llegó a Jerusalén y fue al templo; y después
de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día
siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos
una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto,
pero no había más que hojas, porque no era la época de los higos. Dirigiéndose
a la higuera, le dijo: “Que nadie más coma de tus frutos”. Y sus discípulos lo
oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el templo y comenzó a echar
a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los
puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por
el templo. Y les enseñaba: “¿Acaso no está escrito: ‘Mi casa será llamada casa
de oración para todas las naciones’? Pero ustedes la han convertido en una
cueva de ladrones”. Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas,
buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo
estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos
salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la
higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: “Maestro, la
higuera que has maldecido se ha secado”. Jesús le respondió: “Tengan fe en
Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: ‘Retírate de
ahí y arrójate al mar’, sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá
lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración,
crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para
orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en
el cielo les perdonará también sus faltas”.
Palabra del Señor.
Comentario
El episodio de la higuera nos recuerda las acciones
simbólicas de los antiguos profetas. El árbol sin fruto es la ciudad de
Jerusalén y sus jefes religiosos ?sacerdotes, ancianos y escribas?. Ellos ya no
tienen fe, no oran ni tienen vida, porque han transformado la relación con Dios
en un mero comercio. Para no perder la savia de la vida y poder seguir dando
fruto, Jesús nos dice: “Tengan fe. Oren”.
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