Antífona de entrada cf. Sal 47, 10-11
En tu santo templo, Señor, evocamos tu misericordia; la gloria de tu nombre llega hasta los confines de la tierra. Tu derecha está llena de justicia.
Mateo
9; 32 – 38
Le trajeron un mudo que no podía hablar, JESUS echó
al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos
decían: Jamás se ha visto cosa igual en Israel. En cambio, los Fariseos
comentaban: Este echa a los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios.
JESUS recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en las sinagogas,
proclamaba la buena nueva del Reino y curaba todas las dolencias y
enfermedades.
Al contemplar aquel gran gentío, JESUS sintió
compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. Y
dijo a sus Discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son
pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe mas trabajadores a
recoger su cosecha.”
Palabra
del Señor.
Comentario
“Jesús,
delante a la multitud de personas que lo seguían, viendo que estaban cansadas y
extenuadas, perdidas y sin guía, sintió desde lo profundo del corazón una
intensa compasión por ellas. A causa de este amor compasivo curó los enfermos
que le presentaban y con pocos panes y peces calmó el hambre de grandes
muchedumbres. Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la
misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a
sus necesidades más reales” (Papa
Francisco, Bula del año de la
Misericordia, nro. 8).
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