domingo, 17 de julio de 2016

Mateo 10; 38 – 42

Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del SEÑOR y se quedó escuchando su palabra. Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. En cierto momento Marta se acercó a JESUS y le dijo: SEÑOR, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sala para atender? Dile que me ayude.
Pero el SEÑOR le respondió: “Marta, Marta, tu andas preocupada y te pierdes en mil cosas; una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.”
Palabra del Señor.

Comentario

Las dos hermanas amaban a Jesús y querían honrarlo como maestro y amigo. Jesús aceptó este servicio y esta amistad. Entre las muchas cosas que todo servicio implica, Jesús quiere que encontremos esa “una sola cosa” que nos unifica. Y esa “una sola cosa” es el discipulado. Hacernos discípulos y discípulas es estar a los pies de Jesús como María de Betania. Este es el eje que unifica y equilibra nuestras “muchas cosas” en el servicio a los demás.
 

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