viernes, 28 de abril de 2017

 Hech 5, 34-42

Lectura de los Hechos de los apóstoles.
Un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los apóstoles, dijo a los del Sanedrín: “Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres. Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada. Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron. Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo, pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlo y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios”. Los del Sanedrín siguieron su consejo: llamaron a los apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús. Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

Comentario


La orden fue clara: no hablar en el nombre de Jesús. Y fue inmediatamente desobedecida: los apóstoles siguieron predicando. Gracias a su valentía, el nombre de Jesús continuó resonando en el templo y en las casas, impregnando la vida cotidiana con el Evangelio.

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