jueves, 9 de febrero de 2017

Evangelio     Mc 7, 24-30

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”. Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”. Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
Palabra del Señor.

Comentario


Imposible no detenerse en el inicio del relato: “Jesús intentó pasar desapercibido”. Al leerlo se nos dibuja una sonrisa y pensamos: “¿cómo nadie pudo darse cuenta de que estaba en esa casa?”. Y sin embargo, ocurre. Jesús está en muchas casas, en muchos corazones, en muchos lugares, y pasa desapercibido. No porque no pueda manifestarse, sino porque los corazones no lo reciben. ¿Y quién/quienes se da/dan cuenta de su presencia? Los pobres, los alejados, los expulsados, los que tienen un corazón sensible y escuchan los pasos del Señor cuando él está cerca.

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