jueves, 23 de agosto de 2018

Ez 36, 23-28


Lectura de la profecía de Ezequiel.
Así habla el Señor: Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
Palabra de Dios.

Comentario


Cuando ya Jerusalén había sido destruida y la población deportada, Dios anuncia la restauración. Él convoca a los deportados con una imagen que nos habla de la unidad que restablece los vínculos entre todos los miembros del pueblo. Y promete su espíritu, el único que puede transformar la dureza del corazón.

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