domingo, 20 de enero de 2019

Evangelio     Jn 2, 1-11


+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”. Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.

Comentario


En el relato, se ve claramente que Jesús realizó un “signo”, es decir, que lo que acaba de ocurrir “significa” algo más grande y que, por lo tanto, debemos “salir” de lo que se observa a simple vista para ver algo más. Jesús es, en verdad, el esposo que ha venido a cambiar el agua en vino para celebrar por fin la fiesta definitiva con su pueblo, su esposa. Y nosotros celebramos este matrimonio anunciado por el profeta de la primera lectura, porque, por fin, se ha cumplido esa promesa. Hoy celebramos nuestro matrimonio con el Señor.

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