lunes, 28 de noviembre de 2016

Mateo 8 5 – 11

Al entrar JESUS en Cafarnaúm, se le acerco un centurión, rogándole: SEÑOR, mi sirviente esta en casa muy enfermo de parálisis y sufre terriblemente. JESUS le dijo: “YO mismo iré a sanarlo.” Pero el centurión le respondió: SEÑOR, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy mas que un oficial subalterno,  digo a uno de los soldados que están a mis ordenes: Ve, y él va; y a otro: Ven; él viene, y cuando digo a mi sirviente: Tienes que hacer esto: él lo hace.  Al oírlo, JESUS queso admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán del oriente  y de occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.”
Palabra del Señor.

Comentario


El centurión representa “lo alejado” de Dios, a quien la necesidad le hizo capaz de buscar y esperar en Jesús un gesto de amor, sanando a su sirviente. Así, los “alejados” nos enseñan a nosotros –muchas veces autosuficientes y casi todopoderosos– a vivir en esa dependencia de Dios.

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