domingo, 5 de abril de 2020

Lectura    Is 50, 4-7


Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.

Comentario

El servidor deposita toda su confianza en Dios. No responderá con la misma violencia recibida; no por cobardía, sino porque, como servidor de Dios y de los hombres, ha elegido otro camino, distinto al de los violentos. Su aparente debilidad es signo de la fortaleza que lo sostiene.


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