martes, 23 de diciembre de 2014

Evangelio     Lc 1, 57-66

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran miseri­cordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y que­rían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”. Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”. Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montaño­sa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él.
Palabra del Señor.

Comentario


Ya desde su nacimiento, Juan cumple su misión profética. Su sola presencia provoca el cuestionamiento interior, porque todos reconocen que Dios está obrando en él. Todos los que escuchan lo que se dice del niño “lo graban en su corazón”. Esto significa que el mensaje les ha llegado profundamente, hasta lo más íntimo de su ser. Allí, en el corazón, hacemos el discernimiento de lo que Dios quiere para nuestra vida.

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