sábado, 14 de febrero de 2015

Marcos 8; 1 – 10

En aquellos días se juntó otra vez mucha gente, y no tenían nada para comer, JESUS llamo a sus Discípulos y es dijo: “Siento compasión por esta gente, pues hace ya tres días que están conmigo y no tienen nada para comer.  Si los mando a sus casas sin comer, desfallecerán por el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.”
Sus Discípulos le contestaron: ¿De dónde podremos sacar, en este lugar desierto, el pan que necesitan? JESUS les pregunto: “Cuantos panes tienen” Respondieron  Siete.
Entonces mando a la gente que se sentara en el suelo y, tomando los siete panes, dio gracias, lo partió y empezó a dáselos a sus Discípulos para que los repartieran. Ellos se los sirvieron a la gente. También tenían algunos pescaditos. JESUS pronunció la bendición y mando también que los repartieran.
Todos comieron hasta saciarse, y de los pedazos que sobraron, recogieron siete cestos. Eran unos cuatro mil los que habían comido. Luego JESUS los despidió. En seguida subió a la barca con sus Discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Palabra del Señor.

Comentario

Podemos poner miles de excusas para no comprometernos con el hambre de nuestros hermanos: “no alcanza para todos”, “no podemos salir de esto”, “quedémonos callados y quietos, que lo que nosotros tenemos nos alcanza”, “¿de dónde vamos a sacar tanto pan para tanta gente?”. En fin, son los mismos pretextos que tuvieron los amigos de Jesús. Pero, repetimos, son excusas. Porque frente a esto, Jesús insiste en disponer lo que hay para que la gente reciba el don del pan y así atenderlos. Solo hace falta decisión y compartir aquello que parece que no alcanza, pero que, al ponerlo en común, sobra.


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