martes, 3 de julio de 2018

Evangelio     Jn 20, 24-29


+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!”.
Palabra del Señor.

Comentario


La incredulidad de Tomás da lugar a que Jesús formule una bienaventuranza que llega hasta nosotros, veintiún siglos después: “¡Felices los que creen sin haber visto!”. Nuestra fe se funda en el testimonio que la Iglesia conserva y transmite desde el tiempo de los Apóstoles. Todos aquellos discípulos y discípulas que anunciaron a Jesús vivo, han hecho posible que la Buena Noticia de la Resurrección se siga anunciando hoy.

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