miércoles, 6 de septiembre de 2017

Evangelio     Lc 4, 38-44

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Al salir de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y ésta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”. Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Palabra del Señor.

Comentario


El segundo milagro, luego del exorcismo, es la curación de la suegra de Pedro. Jesús la saca de la postración, y ella se pone de pie. La primera acción de esta discípula es signo de que el Reino llega para transformar las relaciones entre las personas: ella se dispone para servir. Servir al prójimo para procurar su bien hasta en las cosas más elementales, será un distintivo de la relación entre los cristianos. Así lo enseñó Jesús en la Última Cena, cuando lavó los pies de sus discípulos. El servicio que hace esta anciana a la comunidad es signo de que el reino de Dios llega.

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