miércoles, 1 de abril de 2015

Mateo 26; 14 – 25

Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, se presento a los jefes de los sacerdotes y les dijo: ¿Cuánto me darán si se lo entrego? Ellos prometieron darle treinta monedas de plata. Y a partir de ese momento, Judas andaba buscando la oportunidad de entregárselos.
En el primer día de la fiesta en que se comía pan sin levadura, los Discípulos se le acercaron a JESUS y le dijeron: ¿Dónde quieres que pasemos la comida de pascua? JESUS contesto: “Vayan a la ciudad, a casa de tal hombre, y díganle; El maestro te manda a decir: Mi hora se acerca y quiero celebrar la pascua con mis Discípulos en tu casa.”
Los Discípulos hicieron tal como JESUS se los había ordenado y prepararon la pascua. Llegada la tarde, JESUS se puso a la mesa con los doce. Y mientras comían, les dijo: “En verdad les digo: uno de ustedes me va atraicionar.” Se sintieron profundamente afligidos, y uno a uno comenzaron a preguntarle: ¿Seré, yo SEÑOR?
El contesto: “El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato. El Hijo del Hombre se va como dicen las escrituras pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡será mejor para él no haber nacido!” Judas el que lo iba a entregar pregunto también: ¿seré yo acaso Maestro? JESUS respondió: “Tú lo has dicho”
Palabra del Señor.

Comentario

Judas tiene totalmente decidido entregar a Jesús. No hay disculpas ni excusas válidas que frenen esa decisión. Tampoco podría ocultarse detrás de frases como “hice lo que pude”, “me llevaron a eso”, “me sentí presionado”, o muchas otras. Él manifestó su libertad de esa manera. Y nosotros, ¿nos ocultamos a veces detrás de excusas para no reconocer nuestras traiciones?


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