jueves, 26 de mayo de 2016

Rom 5, 5; cf. 8, 11

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. Aleluya.

Marcos 10; 46 – 52

Llegaron a Jericó, al Salir de allí JESUS y sus Discípulos y con bastante mas gente, un ciego que pedía limosna se acercó a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). Al enterarse de que JESUS de Nazaret era el que pasaba, empezó a gritar: ¡JESUS, hijo de David, ten compasión de mi! Muchas personas trataban de hacerlo callar, pero él gritaba con mas fuerza: ¡Hijo de David, ten compasión de mi!
JESUS se detuvo y dijo: “Llámenlo” Llamaron, pues, al ciego diciéndole: Vamos, levántate que te esta llamando. Y él, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y se acercó a JESUS. JESUS le pregunto: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego respondió: Maestro que vea. Entonces JESUS le dijo: “Puedes irte, tu fe te ha salvado.” Y al instante pudo ver y siguió a JESUS por el camino.
Palabra del Señor.

Comentario

“Hay muchos que creen ver y por eso mismo están ciegos. Pensamos tener todas las respuestas, y dejamos a Jesús al borde del camino en vez de seguirlo. Para dejar de ser ciegos hay que aceptar que tenemos necesidad de Dios. La vista recuperada es el comienzo de un camino vocacional, es decir, de la respuesta a un llamado explícito de Dios, que nos invita a ir tras los pasos de Jesús” (Sergio Briglia, “Evangelio de Marcos”, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Ed. Verbo Divino).


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