martes, 2 de agosto de 2016

Mateo 14; 22 – 36

Inmediatamente después JESUS obligó a sus Discípulos a embarcarse; debían llegar antes que El a la otra orilla, mientras El despedía a la gente, JESUS pues despidió a la gente, y luego subió  al cerro a orar a solas. Cayó la noche y El seguía allí solo.
La barca en tanto estaba ya muy lejos de tierra y las olas la golpeaban duramente, pues soplaba el viento en contra. Antes del amanecer, JESUS vino hacia ellos caminando sobre el mar. Al verlo caminando sobre el mar, se asustaron y exclamaron: ¡Es un fantasma! Y por el miedo se pusieron a gritar.
En seguida JESUS dijo: “Ánimo, no teman, soy YO” Pedro contesto: SEÑOR, si eres tu, manda que yo vaya a ti caminado sobre el agua. JESUS le dijo: “Ven” Pedro bajo de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas en dirección a JESUS. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces grito: ¡SEÑOR, sálvame! Al instante JESUS extendió la mano y lo agarro, diciendo: “hombre de poca fe, porque has vacilado” Subieron a la barca y ceso el viento, y los que estaban en la barca se postraron ante El, diciendo: ¡Verdaderamente Tú eres el Hijo de DIOS!
Terminada la travesía, desembarcaron en Genesaret. Los hombres de aquel lugar  reconocieron a JESUS y comunicaron la noticia por toda la región, así que le trajeron todos los enfermos. Le rogaban que le dejara tocar al menos el fleco de su manto, y todos los que lo tocaban quedaban totalmente sanos.
Palabra del Señor.

Comentario

Todo el evangelio de este día es una exhortación para confiar en la mano de Dios que nos sostiene. Aunque sintamos que nos hundimos y nos veamos rodeados de fantasmas, el Hijo de Dios está a nuestro lado. Su acción y su palabra nos mueven para reconocerlo. Repitamos entonces con los discípulos: “Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios”.


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