miércoles, 15 de junio de 2016

Sal 26, 7. 9
Escucha, Señor, la voz de mi clamor: no me rechaces ni me abandones, Dios, mi salvador, porque tú eres mi refugio.
Mateo 6; 1 – 6 / 16 – 18
“Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no le quedaría premio alguno  que esperar de su PADRE que esta en el Cielo. Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de las trompetas, no imites a los que dan espectáculo en las Sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. YO se lo digo: Ellos han recibido ya su premio.
Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha; tu limosna quedará en secreto. Y tu PADRE, que ve lo secreto, te premiará.
Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de pie en las Sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. YO les digo: Ellos ya han recibido ya su premio. Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu PADRE que esta allí, a solas contigo. Y tu PADRE, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. YO se los digo: Ellos ya han recibido su premio. Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello. No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino  tu PADRE que ve las cosas secretas, y tu PADRE que ve lo secreto, te premiara.”
Palabra del Señor.

Comentario

La limosna, el ayuno y la oración son prácticas que pueden fortalecer nuestra vida interior. Pero, para que esto ocurra, justamente es necesario que las realicemos “en el interior”, “en lo secreto”, donde sólo lo ve el Padre del cielo. Si hacemos esas obras para que los demás vean cuán buenos somos, no sacaremos de ellas ningún adelanto para nuestra vida espiritual.

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