jueves, 23 de junio de 2016

Sal 27, 8-9

El Señor es la fuerza de su pueblo, el baluarte de salvación para su Ungido. Señor, salva a tu pueblo y bendice a tu heredad; apaciéntalo, y sé su guía para siempre.

Mateo 7; 21 – 29

“No bastará con decirme: ¡SEÑOR! ¡SEÑOR!, para entrar en el Reino de los Cielos; mas bien entrará el que hace la voluntad de mi PADRE del Cielo. Aquel día muchos me dirán: ¡SEÑOR! ¡SEÑOR!, hemos hablado en tu nombre, y en tú nombre hemos expulsado demonios y hemos hecho muchos milagros. Entonces YO les diré claramente: Nunca les conocí. Aléjense de mi ustedes que hacen el mal.
Si uno escucha estas palabras mías y las pone en practica, dirán de él: aquí tienen al hombre sabio y prudente, que edifico su casa sobre la roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron contra aquella casa, pero la casa no se derrumbo, porque tenia los cimientos sobre la roca. Pero dirán del que oye las palabras mías, y no las pone en práctica: aquí tienen a un tonto que construyo su casa sobre arena. Cayo la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron sobre esa casa; la casa se derrumbo y todo fue un gran  desastre.”
Cuando JESUS termino este discurso, la gente estaba admirada de cómo enseñaba, porque lo hacía con autoridad y no como los maestros de la ley.
Palabra del Señor.

Comentario

Nuestros proyectos no suelen apoyarse en el vacío. Calculamos, vemos los medios y los modos de llevarlos a cabo, prevemos las dificultades para buscar posibles soluciones, etc. Así ha de ser la vida cristiana. Debemos “armar” la vida sobre la solidez de las palabras de Jesús.

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