lunes, 7 de abril de 2014

La mujer adúltera (Juan 8, 1 – 11)

JESUS, por su parte, se fue al monte de los olivos. Al amanecer estaba ya nuevamente en el templo; toda la gente acudía a EL, y EL se sentaba para enseñarles.
Los maestros de la ley y los Fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tu ¿que dices? Le hacían ésta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de que acusarlo.
Pero JESUS se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los mas viejos, hasta que se quedo JESUS solo con la mujer, que seguía de pie ente El.
Entonces se enderezo y le dijo: “Mujer ¿Dónde están?, ¿ninguno te ha condenado?” Ella contesto: Ninguno SEÑOR. Y JESUS le dijo: “Tampoco Yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.”

Comentario

Estas palabras de Jesús hoy resuenan no solo en nuestros oídos, sino especialmente en nuestro corazón: “Yo no te condeno, no peques más”. Sentimos su voz, nos dejamos tocar por su mirada, hasta sus manos pueden tocarnos con ternura y abrazarnos y llevarnos hacia su pecho. “No te condeno, no peques más”. Y nos cambia la vida, porque nos impulsa a cambiarla. Estamos renovados. ¡Hemos sido rescatados!



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