sábado, 28 de junio de 2014

La Fe del centurión (Mateo 8; 5 – 17)

Al entrar JESUS en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, suplicándole: SEÑOR, mi muchacho esta en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente. JESUS le dijo: “Yo iré a sanarlo” El centurión contesto: SEÑOR, ¿Quién soy yo para que entres en mi casa? Di nomás una palabra y mi sirviente se sanará. Pues yo, que no soy mas que un capitán, tengo soldados a mis ordenes, y cuando le digo a uno: Vete, y se va; y si le digo a otro: Ven, y viene; y si digo a mi sirviente; haz tal cosa, él lo hace.
JESUS se quedo admirado al oír esto, y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe. Yo se los digo: vendrán muchos del oriente y del occidente para sentarse a la mesa de Abraham, Isaac, y Jacob en el Reino de los Cielos, mientras a aquellos que se destinaba el Reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llorar y rechinar de dientes”
Luego JESUS dijo al capitán: “Vete a casa, hágase todo como has creído” Y en ese mismo momento el muchacho quedó sano.
JESUS fue a casa de Pedro; allí encontró a la suegra de este en cama, con fiebre. JESUS le toco la mano y se le paso la fiebre. Ella se levantó y comenzó a atenderle.
Al atardecer le llevaron muchos endemoniados. El expulsó a los espíritus con una sola palabra, y sano también a todos los enfermos. Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías: “El tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades”.

Comentario

Terminado el sermón de la montaña, el Evangelio de Mateo nos presenta en los capítulos 8 y 9 una serie de milagros de Jesús. Estos son signos del Reino de los Cielos, que comienza a realizarse aquí, en la tierra, con la salvación, la salud y el perdón. Este reino no es limitado porque en él también participan los extranjeros, como el caso de este centurión romano.



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