domingo, 1 de junio de 2014

JESUS envía a sus Apóstoles (Matero 28; 16 – 20)

Por su parte, los once Discípulos partieron para Galilea, al monte en que JESUS les había indicado. Cuando vieron a JESUS, se postraron ante El, aunque algunos todavía dudaban.
JESUS se acercó y les habló así: “Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bauticen en el nombre del PADRE, del HIJO y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que YO les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.”

Comentario

“Cristo se ha quedado con nosotros. Así como la cabeza es vida del cuerpo y del pie, aunque el pie tenga su planta en el suelo, es la misma vida de la cabeza. Y esto debe llenarnos de alegría cuando la cabeza nuestra ha subido a los cielos, nosotros, sus pies que todavía peregrinamos en la tierra, sentimos que Cristo está presente. Esto lo encuentro también hoy en las lecturas y podría decir: hay una transformación de la presencia de Cristo. Ya no lo verán los apóstoles con aquella presencia física que los llevaba a tocarlo, a comer con él, que conocían su mirada, su modo de caminar. No nos dejaron ni siquiera un retrato de Cristo. ¿Cómo era él? No lo sabemos, pero quizás es providencial que no lo conociéramos físicamente, porque este día de la Ascensión, Cristo transforma su presencia en el mundo. De una presencia física se hace una presencia que llamaríamos mística. Cuerpo místico de Cristo se llama esta Iglesia porque Él vive aquí, en nosotros” (Mons. Romero, 7/5/1978). 


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