sábado, 31 de mayo de 2014

María visita a su prima Isabel (Lucas 1; 39 - 56)

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin mas demoras, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entro en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre, Isabel se lleno del Espíritu Santo, y exclamó en alta voz: ¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mi la madre mi SEÑOR? Apenas llego tu saludo a mis oídos, el niño salto de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del SEÑOR!
María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del SEÑOR, y mi espíritu se alegra en DIOS mi salvador, porque se fijo en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz.
El poderoso ha hecho grandes cosas en mi, ¡Santo es su  Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo, a todos aquellos que viven en su presencia.
Dio un golpe con todo su poder, deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exalto a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Isabel,  su ciervo, se acordó de su misericordia, cómo lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.
María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.

Comentario

María hoy viene a nuestra casa, a nosotros, y busca atender nuestra necesidad. Como madre nos busca, nos cuida, nos escucha y nos sirve. Ella nos habla de Jesús, y nosotros la escuchamos. Y nuestro corazón también salta de gozo al encontrarnos con ella. Hoy, la fiesta, es dentro de nosotros mismos.


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