martes, 5 de julio de 2016

Antífona de entrada          cf. Sal 47, 10-11

En tu santo templo, Señor, evocamos tu misericordia; la gloria de tu nombre llega hasta los confines de la tierra. Tu derecha está llena de justicia.

Mateo 9; 32 – 38

Le trajeron un mudo que no podía hablar, JESUS echó al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos decían: Jamás se ha visto cosa igual en Israel. En cambio, los Fariseos comentaban: Este echa a los demonios con la ayuda del príncipe de los demonios. JESUS recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en las sinagogas, proclamaba la buena nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades.
Al contemplar aquel gran gentío, JESUS sintió compasión, porque estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor. Y dijo a sus Discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe mas trabajadores a recoger su cosecha.”
Palabra del Señor.

Comentario

“Jesús, delante a la multitud de personas que lo seguían, viendo que estaban cansadas y extenuadas, perdidas y sin guía, sintió desde lo profundo del corazón una intensa compasión por ellas. A causa de este amor compasivo curó los enfermos que le presentaban y con pocos panes y peces calmó el hambre de grandes muchedumbres. Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era sino la misericordia, con la cual leía el corazón de los interlocutores y respondía a sus necesidades más reales” (Papa Francisco, Bula del año de la Misericordia, nro. 8).
 

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