sábado, 16 de julio de 2016

Mateo 12; 14 – 21

Al salir, los Fariseos planearon la forma de acabar con El. JESUS lo supo y se alejó de allí, pero muchas personas lo siguieron, y El sanó a cuantos estaban enfermos. Pero les pedía insistentemente que no hablaran de El.
Así debían cumplirse las palabras del profeta Isaías: Viene mi siervo, mi elegido, el amado, en quien me he complacido. Pondré mi Espíritu sobre El, para que anuncie mi juicio a las naciones. No discutirá, ni gritará, ni se oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña resquebrajada ni apagara la mecha que todavía humea, hasta que haga triunfar la justicia. Las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.
Palabra del Señor.
Comentario
El evangelio toma el poema escrito por el profeta Isaías, sobre el servidor de Yavé, y aplica estas palabras a Jesús. Jesús es el hombre rechazado e incomprendido por las personas religiosas, siendo que en él reposa el Espíritu de Dios. En esta paradoja se revela la misión de Jesús: él viene lleno del Espíritu y sólo podrán reconocer su presencia aquellos que viven movidos por el Espíritu.


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